viernes, setiembre 07, 2007

La entrañable transparencia de tu querida presencia

FERNANDO O’PHELAN P.

Dedicado a Piero y Marcelo

Es como la felicidad, no la conozco bien, pero debe ser así. Me levanté y mire el sol de las seis de la mañana. Era toda mi felicidad, sólo pero inmensamente lleno de poder y nostalgia. Obviamente me puse los audífonos con esa versión de Cinema Paradiso.

Igualito que en el cumpleaños de Lidia, mi madre fashion que nos ama con locura y pasión, aunque más de lo primero. En fin, aquí está la estatua de Dummont que junto a Tom Jobim son los iconos de Río de Janeiro. Miras y sólo vuelas hasta ese huequito a media cuadra de la plaza de armas en Cuzco con doce dólares diarios y la atención equivalente a todo el Hotel Monasterio, esos empedrados como en la ciudad de Toto y Alfredo. No hay mayor maravilla es toda la
fiesta, lo mismo que en ese otro empedrado en Vilcashuaman, mi nueva tierra, el lugar donde recordar a mi abuela me ha hecho tirar todas las lágrimas que me guardé por años.

Sigo frente al mar y ese cielo azul como en Huamanga o en Cuzco, se lanza sobre mi y ningún Señor del Corcovado con toda su niebla puede tapar.

Descubrí que la vida es más compleja, más enredada que una sentencia judicial peruana, que los días son como ese hermoso sonido del mar aunque venga luego de tormentas y huracanes.

Hace unos días a Oré Valenzuela la tierra se le tragó su casa en Pisco, a pesar de ese dolor su familia está viva, él sabe que la lección es grande y sus errores se corregirán así como el sonido del mar y del aire seguirán siendo el motor de su fuerza. Él también está viendo el mar.

Que pasa si uno no es tan bueno como cree, si uno no hizo todo lo que pudo, si ese trauma de Schindler al final del reto, queda como una frustración.

Me tomé un avión de Lima a Sao Paulo, hice trasbordo a Asunción. Llegué y la gente de “Semillas para la Democracia” me esperaba como si nos viéramos de siempre. Cinco horas y media hasta la ciudad de Encarnación, frontera con Posadas de la Argentina; muy cansado y lleno de emoción, sólo vine a ver una obra de teatro en un salón de la Universidad Católica. Los veía y seguí mirando Accomarca y la cara de los abogados más elegantes de Lima. Las caras de la gente que amo y de los jueces que no se aman a sí mismos.
Como un niño me fui a felicitar a los artistas, el mar estaba allí mirándome con toda su luz de las seis de la mañana. Salí a esa hora para Asunción, compré todo sobre Strossner y una camisa paraguaya al cien por ciento pero del shopping británico.

Que más ocultar sino que la fuerza que tengo es la que me da mi país, mis lágrimas y el sol. No quiero al Che Guevara pero hay una canción que Soledad Bravo y Tango Feroz interpretan, que rebela mi ser. Así será pues, uno sólo conserva lo que no amarra como Drexler: Hay buses, hay drogas de diseño, hay palabras, zen, gol, juez, Dios, ética, dolor, amor: Perú.

fernandoophelan@yahoo.com.mx


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1 comentario:

Anónimo dijo...

azu